…don Quijote fue el único hidalgo de su época que no soñaba con irse a América?
¡Así fue! Anclado como vivía en las gloriosas hazañas de los libros de caballería que tanto amaba, fue el único que no se enteró de que en el siglo XVI el tiempo de los caballeros en España ya había pasado —en lo que se refiere a la conquista de nuevos territorios—.
El Quijote es una novela de añoranza del pasado, de unos héroes para los que ya no hay tierras que conquistar ni enemigo con el que batallar ni al que reducir. A los caballeros que se quedaban en la Península les quedaba la tediosa tarea administrativa o la recaudación de impuestos (tengamos en cuenta que Felipe II fue el rey más burocrático del mundo). Para los que querían seguir batallando y buscando nuevas honras reales, la lucha no era de caballería en solitario, sino de infantería o marina, como lo que le tocó vivir a Miguel de Cervantes en la batalla de Lepanto.
Así las cosas, América fue un sueño para muchos de estos hidalgos, descendientes de caballeros que soñaban con conquistar nuevas tierras, ya que solo ellos (aparte de los eclesiásticos) tenían el privilegio de ir.
Por cierto, que nuestro ingenioso hidalgo conocía bien esta parte de Cuenca: el lugar que había visto nacer a su amada Dulcinea, El Toboso, era una encomienda dependiente de la de Villamayor.